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Luego de la reapertura del Ercilla de Liniers, su presidenta Natalia Marques habló con AVISPADOS sobre las remodelaciones, sus proyecciones y cómo sobrevivieron los últimos tres años cerrados.

Hace unas semanas se desarrolló un gran festival por la reinauguración de las instalaciones del Club Ercilla, ubicadas en la Avenida Lisandro de la Torre 1190 (Comuna 9), que no abre sus puertas desde el 2019 por remodelaciones.

“El Ercilla es un edificio que tiene más de 80 años de historia. Tenía serios problemas de filtraciones y nos habían asesorado que eso, de persistir a lo largo de unos años más, iba a entrar en la zona de riesgo de derrumbe, con lo cual no era inmediato pero había que repararlo, le relató a este medio Natalia Marques, directiva de la institución.

Y continuó: “Hacia fines del 2018, luego de festejar nuestro 80 aniversario, logramos dar con un ahorro y algún subsidio que nos permitía encarar los arreglos que consistían en la remoción del techo de fibrocemento que teníamos en la mitad del salón y cambiarlo todo por losa nueva, es decir, hacerle el techo nuevo”.

La remodelación también contempló cambiar los baños de lugar y hacer una conexión entre la cocina y la barra del buffet, para que el espacio quede más amplio y funcional.

-¿Y cuándo iniciaron los trabajos?

-A comienzos del 2019 cerramos las instalaciones para empezar. Pero nos agarró la primera devaluación de abril y mayo de ese año, en la gestión de Mauricio Macri, que nos destrozó los presupuestos y los planes. Tardamos en acomodarnos, eso nos demoró.

Y  cuando pensamos que estábamos más cerca y ya íbamos un año de trabajos, en el 2020 llegó la pandemia. La línea de llegada estaba cada vez más lejos siempre.

Cuando levantaron las restricciones sanitarias volvimos. Los precios seguían aumentando y siempre nos corrían el horizonte. A todo esto, el Gobierno de la Ciudad frenó la obra porque nos faltaban algunos papeles. Por supuesto que sin considerar la particularidad de que es un club de barrio, una institución sin fines de lucro y un montón de aspectos más, como siempre que el GCBA pondera este tipo de espacios. Al negocio inmobiliario no le piden esos requisitos, o sí pero los pueden afrontar de otro modo porque es un negocio.

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Luego logramos levantar la clausura  y por eso es que este año logramos terminarla así que estamos muy felices con eso.

-¿Cómo pasaron estos años estando cerrados?

-Durante estos tres años pudimos sobrevivir con la solidaridad de organizaciones hermanas, de otros clubes de barrio que nos cobijaron, especialmente el Larrazábal, el San Martín y el Tanque Cultural que siempre han estado a disposición de acompañarnos.

Algunas de nuestras clases funcionaron en esos espacios, especialmente en Larrazábal que nos abrió las puertas de su sede como si fuéramos parte y eso es invaluable. Así que estaremos eternamente agradecidos ante tremendo gesto de solidaridad.

También fue muy importante la existencia de los subsidios, como el del programa Clubes en Obra de Nación y los de la Secretaría de Deportes de Ciudad también nos ha habilitado algunos subsidios, que tienen convocatoria anual para los espacios inscriptos en el Registro Único de Instituciones Deportivas (RUID). Eso nos ayudó a sobrevivir y terminar la construcción. No alcanzó, también nos endeudamos, ahora habrá que ver cómo le hacemos frente a lo que nos queda de saldo.

-¿Qué esperan con esta reapertura?

-Creemos al fin y al cabo se trata de volver a encender el fueguito de esperanza y organización comunitaria que siempre albergan las entidades de barrio cuando abren las puertas a la participación ciudadana y en eso estamos.

Queremos volver a encontrarnos, porque estamos convencidos que la salida es colectiva y porque la cultura popular es nuestra mayor alegría. Queremos un lugar abierto a los vecinos, para nuestros niños, jóvenes y adultos mayores.