En primera persona, la vecina y egresada del Curso de formación del Actor para Espacios Abiertos María Emilia Bona relata la experiencia de vivir uno de los encuentros culturales más movilizantes para los barrios del sudoeste porteño. 

Como desde hace más de veinte años, ayer volvimos a salir a la calle. Volvimos a encender la Fogata. En el acto primitivo de reunirnos alrededor del fuego se comprobó, una vez más, lo mucho que nos hacen falta este tipo de encuentros. Sobre todo en estos tiempos, en donde pareciera que lo primordial es defender “el metro cuadrado”.

La Fogata de San Pedro y San Pablo se realiza cada junio en distintos lugares del país. La nuestra es “Luz de Fuego”, la del Parque Avellaneda en la Comuna 9. Su objetivo simbólico es que nos podamos deshacer de las “miserias humanas” mediante la quema del Fantoche (un muñeco construido por alumnxs del Curso de Formación del Actor para su Actuación en Espacios Abiertos) y los fantochitos (muñecos hechos por vecinxs).

El acontecimiento comienza con una caravana que parte del ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio “El Olimpo” y recorre calles y avenidas del barrio haciendo paradas, por ejemplo, en la Plaza Che Guevara donde acontece un número de danza. Culmina con la llegada al Parque para realizar la quema. A lo largo del camino, se va sumando gente de todas las edades. Se vive un clima de festejo en el barrio: asoman, desde balcones y colectivos, curiosxs sorprendidxs de tamaña manifestación cultural en la calle.

Desde 2012 participo en la Fogata. La primera vez me marcó para siempre y no pude dejar de asistir. Lamentablemente, este año intentaron detenernos. En un momento del recorrido hacia el Parque, camionetas de la Policía y del Gobierno de la Ciudad irrumpieron nuestro camino. Sin entender por qué arremeten contra un acontecimiento tan alegre, tan significativo, con qué derecho quieren boicotear algo muy querido por lxs vecinxs, lxs presentes comenzamos a manifestarnos al grito de “qué se vayan”. Solo nos dejaron pasar cuando Héctor Alvarellos, uno de los organizadores del evento, dio sus datos a lxs uniformadxs. Este hecho generó mucha bronca e impotencia, pero no opacó el disfrute y el júbilo. Aunque no olvidamos. Las camionetas se corrieron y continuamos caminando. Nos queda una certeza: hoy, más que nunca, hay que resistir. Por suerte somos muchxs.

Gracias al trabajo conjunto de todas las organizaciones barriales, educativas y culturales que participan y sostienen el evento, cada año la Fogata vuelve a arder. La gran pira, construida la mañana del mismo sábado con la colaboración de vecinxs, se enciende con fuerza quemando las miserias. Las miradas expresan infinidad de emociones. Alrededor del fuego, resignificamos la tradición, el espacio público y los vínculos. Con el sonido del crepitar, nos volvemos a reconocer en la Historia. Volvemos a reunirnos con todxs aquellxs que, hace miles de años, buscan en las llamas luz, calor y encuentro.