Después del robo que afectó al jardín de infantes y al emprendimiento de panadería de la escuela pública Isauro Arancibia, su directora Susana Reyes le contó a Avispados cómo seguirán la lucha.

En la madrugada del miércoles 13 de julio la puerta de la calle Cochabamba del colegio ubicado en el barrio de San Telmo fue violentada. Los ladrones lograron vaciar el jardín de infantes y robar caros insumos de la panadería que funciona allí.

“Primero fueron al jardín maternal y se llevaron todo: pañales, mantitas para la cama, ropa, material didáctico y juguetes”, le relata Reyes a Avispados a casi una semana del hecho. Una vez dentro del colegio, el robo fue más sencillo porque los insumos estaban embalados para hacer la mudanza del subsuelo a la planta baja tras las obras de remodelación que serán inauguradas el próximo 2 de septiembre.

Es que desde 2014, el Isauro Arancibia (cuya entrada principal se encuentra en la calle Paseo Colón 1318) está ejecutando 14 millones de pesos provenientes de la venta de las torres Catalinas para refaccionar sus antiguas instalaciones.

Tras el saqueo al jardín, los intrusos pasaron al sector de la panadería, donde los alumnos –muchos de ellos adultos que están en situación de calle o grave vulnerabilidad- trabajan en un emprendimiento de catering.

“Se llevaron el horno eléctrico industrial (que es muy caro y lo teníamos gracias a una donación de la embajada suiza), dos cafeteras industriales y tres microondas”, enumera Reyes con angustia. La lista sigue: destrozaron armarios, sustrajeron utensilios y se llevaron alimentos de futuros desayunos de los estudiantes.

El caso, del que ya se ocupa la Comisaría nº 22 y la Justicia, está cubierto de dudas. En principio, cómo se las arreglaron los ladrones para trasladar el horno industrial. “Tuvieron que haber ido en un camión o camioneta para llevarse ciertas cosas. No fue una cuestión de raterismo”, evalúa Reyes.

Además, la escuela cuenta con un servicio de seguridad privada las 24 horas que es brindado por la empresa Murata, contratada por el Gobierno de la Ciudad. “Ellos dicen que no escucharon nada, pero la misma Policía dijo que esto no le cierra”, aporta la directora del colegio.

Mientras los investigadores buscan si hubo cámaras de seguridad que pudieran haber captado movimientos extraños, el colegio se vuelve a poner de pie. “El Isauro tiene una historia de luchas de 18 años, y aunque el robo nos entristece, no vamos a bajar los brazos en la lucha que tenemos para proteger nuestro espacio y proyecto”, escribieron la semana pasada en su página de Facebook.

Reyes confirmó que está firme la inauguración del edificio mediante un festejo “con todo el barrio”. “Esto es un traspié. Pero vamos a seguir enseñando, educando y trabajando para que estos pibes puedan tener la vida que se merecen”, remarcó.

El Isauro Arancibia es una escuela con fuerte compromiso social que recibe a diario a unos 300 chicos de San Telmo, La Boca y Barracas. Sus estudiantes, mayores de 14 años, cursan la primaria y desde este año a la secundaria a la par de que pueden asistir al Centro de Formación Profesional que funciona allí para formarse en oficios y trabajar. Además, el jardín de infantes recibe a los hijos de los alumnos, para que ellos puedan estudiar a la par de sus padres.

Las donaciones son bienvenidas en la sede escolar. “En lo que puedan darnos una mano con el jardín, juguetes, material didáctico y panadería nos vendría bárbaro”, pidió Reyes.

 

A la carga con el Metrobús

Otro de los problemas que enfrenta el colegio Isauro Arancibia es la incertidumbre sobre el llamado Metrobus del Sur. En el proyecto inicial, el edificio escolar debía ser demolido para permitir el paso del transporte público, aunque la lucha social logró frenar el avance.

Luego, la Legislatura autorizó el uso de 14 millones de pesos para su remodelación que se ejecutaron entre 2014 y este año. Sin embargo, el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta dijo a principios de mes que ya tenían un lugar para reubicarlos.

“A nosotros no nos avisaron nada. Lo habrá dicho sin saber”, prefiere pensar Reyes, que no puede comprender cómo una administración resuelve demoler instalaciones recientemente remodeladas. “Hay pisos que no hemos pisado nunca”, resume.

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