“Hubo 49 detenidos en un estadio por entonar la marcha peronista”, dijeron los diarios. Los vecinos de Mataderos sabían más: había sucedido en Chicago, el 24 de octubre de 1981.  

La historia comenzó la tarde de aquel sábado, que parecía uno cualquiera. El club de Mataderos disputaba el partido con Defensores de Belgrano, ambos militantes del Nacional B.

En medio del partido, la hinchada local se le animó a los primeros versos de la marcha. “Los muchachos peronistas todos unidos triunfaremos”, cantaron. De la tribuna bajita, donde cuentan que empezó como murmullo, a toda la grada verdinegra, la marcha se contagió rápidamente.

La Policía, de pronto, se vio rodeada por el canto proscripto de facto –la Dictadura pisaba fuerte aún- y avanzó en la violenta represión. Retiró sin sutilezas ni cuidados –los derechos pisaban débiles aún- a los fervorosos vecinos.

“A la seccional al trote”, titularon también los diarios al día siguiente. Es que el grupo de detenidos (para la historia se escribieron 49, pero los protagonistas contaron muchos más) fue obligado dirigirse caminando a la Comisaría 42º ya sin marcha en los labios pero marchando a los pies.

El dato de color (negro) es que el sargento a cargo del operativo fue Juan de Dios Velaztiqui, que empezó a ser conocido como “El trotador”. “El trotador” fue, el 29 de diciembre de 2001, el autor de los disparos que asesinaron a quemarropa a Maximiliano Tasca, Cristián Gómez y Adrián Matassa, en lo que se conoció como la Masacre de Floresta.

Aunque algunos de los detenidos salieron a las pocas horas de aquel 24 de octubre, las madres de muchos apresados tacharon 30 días en el almanaque, la cantidad que sus hijos pasaron encarcelados en Ezeiza.

El sábado siguiente, cuando la hinchada de Chicago volvía de festejar un triunfo frente a Atlanta, los fanáticos pasaron frente a la 42. Espontáneamente empezaron a tararear la tan característica música del principio de la marcha. Del “Para pá pá pá” no pasaron porque eligieron provocar entonando el “Arroz con leche”. Al fin y al cabo estaban protestando, pero sin dar a los efectivos motivos de respuesta.

La historia de valentía quedó en la memoria colectiva del barrio, de tradición peronista. Aún hoy, 36 años después, vecinos e hinchas la recuerdan con veneración.

Peronistas somos todos

*Por Negro Paunero, hincha de Chicago

Creo que la frase “peronistas somos todos”, representa un poco lo que siente el hincha de Nueva Chicago. Porque si bien tenemos la hinchada más peronista de todas, también somos muchos quienes no somos afines al movimiento. Cuando en la cancha se canta la marcha y todos los “compañeros” se enloquecen, algunos nos quedamos en silencio o mirándonos entre nosotros con risas cómplices. Pero por dentro pasa otra cosa. Por dentro se revive la leyenda. Por dentro sabemos que tenemos el pecho inflado por haber sido la única hinchada que se animó a algo así.

Cuentan que en los siguientes partidos jugados de visitante después de las detenciones, cuando el micro de la hinchada pasaba por la Comisaría 42, cantaba el “Arroz con leche” en un claro gesto sobrador y provocador. Ante tanto barra que va de la mano del dirigente político o sindical que le pague -tanto cantador del “Arroz con leche” que le pidan-, hace bien revivir la rebeldía de la canción prohibida por todo el poder. Más hoy que parece que la palabra prohibir está de moda.

Fuentes: Artículo de Lucas De París en Notas, blog de Roberto Koira y documental “Al trote” de Gabriel Dodero.